sábado, 23 de mayo de 2015

Martinica y Gauguin

Algunas obras de Paul Gauguin en Martinica  1887, desde donde escribió una carta a su mujer diciendole:
Nos hemos instalado en una cabaña de negros y es un paraíso al lado del istmo [de Panamá]. Por debajo nuestro está el mar adornado de cocoteros, por encima, árboles frutales de todas las especies a veinte y cinco minutos de la villa.
 
 

  
 

 
 






domingo, 17 de mayo de 2015

Un mosaico mozartiano


Tres camaleones verdes echan carreras a través de la terraza; uno se detiene a los pies de madame chasqueando su ahorquillada lengua, y ella comenta:

—Camaleones. ¡Qué excepcionales criaturas! La manera en que cambian de color. Rojo. Amarillo. Lima. Rosa. Espliego. ¿Y sabía usted que les gusta mucho la música? —me contempla con sus bellos ojos negros—. ¿No me cree?

A lo largo de la tarde me ha contado muchas cosas curiosas. Que, por las noches, su jardín se llena de enormes mariposas nocturnas. Que su chofer, un digno personaje que me ha conducido a su casa en un Mercedes verde oscura, había envenenado a su mujer y luego se había fugado de la Isla del Diablo. Y me ha descrito un pueblo en lo alto de las montañas del norte que esta enteramente habitado por albinos: individuos menudos, de ojos rosados, blancos como la tiza. De vez en cuando se ven algunos por las calles de Fort de France.

—Si, claro que la creo.

Ladea su cabeza plateada.

—No, no me cree. Pero se lo demostrare.

Diciendo esto, entra resueltamente en su fresco salón caribeño, una estancia umbría con ventiladores que giran suavemente en el techo, y se coloca ante un piano bien afinado. Yo sigo sentado en la terraza, pero puedo observarla: una mujer elegante, ya mayor, producto de sangres diversas. Empieza a tocar una sonata de Mozart.

Finalmente, los camaleones se amontonan: una docena, otra más, verdes la mayoría, algunos escarlata, espliego. Se deslizan por la terraza y entran correteando en el salón: un auditorio sensible, absorto en la música que suena. Y que entonces deja de sonar, pues mi anfitriona se yergue de pronto, golpeando el suelo con el pie, y los camaleones sales disparados coma chispas de una estrella en explosión.

Ahora me mira.

—Et maintenant? C'est vrai?

—En efecto. Pero resulta muy extraño.

Sonríe.
Al levantar los ojos del demoníaco brillo del espejo, noto que mi anfitriona se ha retirado momentáneamente de la terraza y ha entrado en su salón umbrío. Resuena un acorde de piano, y otro. Madame esta jugando con el mismo son. En seguida se reúnen los amantes de la música, camaleones escarlatas, verdes, espliego, un auditorio que, alineado en el suelo de terracota de la terraza, se asemeja a una extraña adaptación escrita de notas musicales. Un mosaico mozartiano.
      
           Música para camaleones......Truman Capote.
mozart Piano sonata.

domingo, 10 de mayo de 2015

La historia, aleteos de infinitas mariposas

Yo diría que la historia del mundo, la historia del planeta, de todo lo que ha pasado aquí, en el fondo son infinitas mariposas que dan origen a infinitos terremotos, y nosotros vivimos en esta especie de seguridad falsa que es el hecho de que somos un cuerpo, tenemos una inteligencia, nuestros límites y nuestras referencias están determinadas no tanto por nosotros sino por la costumbre, por la herencia, por lo que encontramos cuando nacemos.
Y esto es nuestra seguridad, pero si nos paramos a pensar un poquito en lo que efectivamente está ahí, yo creo que esto tendría como consecuencia un vértigo infinito, sería un vértigo espiritual en la mente, que sería casi incapaz de ubicarse, porque en el fondo nosotros decimos: el Universo está ahí y, bueno, hasta ahora no hemos podido comprenderlo, quizá algún día se pueda reducir el Universo a una ecuación, quizá no

José Saramago.