Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aún sin cara ni sexo; con minúsculo amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches.
Cada noche, lo pecibía con mayor evidencia. No lo tocaba; se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la alteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto y a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más dificil. Soñó un hombrre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche lo soñó dormido.
J.Luis Borges
